Cada organismo vegetal es el cuerpo de un elemental de la
Naturaleza, está dicho, y no es la planta la que cura, sino el elemental de la
planta, sus Mantrams e incesantemente.
El que quiera oficiar en el gran templo de la Sabiduría,
tiene que saber manipular las criaturas elementales de los vegetales. Lo propio
tiene que hacer el que quiera manejar la vida.
El elemental de una planta reacciona furioso contra el
yerbatero que desgarra su cuerpo físico; y ese vegetal así herido, no sólo no
cura, sino que causa daño, porque la vitalidad del vegetal se altera
psíquicamente con la ira o el terror que se le cause.
El elemental de cada planta tiene su ritual, Mantrams y
sus horas para entregarle al médico que sabe ordenarle con amor, imponerse con
cariño.
El insigne Maestro Paracelso ha expresado en su
«Fundamento Sapientia»: "Hay dos especies de conocimiento. Hay una ciencia
y una sabiduría médica. La comprensión animal pertenece al hombre animal, mas
la comprensión de los misterios divinos pertenece al espíritu de Dios en
él".
Mientras la ciencia médica inventa remedios de patente,
que cambia incesantemente como las modas de las mujeres, hay una antiquísima
sabiduría médica, que tiene su origen en los primeros fundamentos del mundo,
que jamás ha cambiado sus fórmulas.
Esta sabiduría divina se conserva en Santuarios alejados
de la falsa civilización materialista. Esta sabiduría médica se guarda
celosamente por los Maestros de la sabiduría en sitios secretos, inaccesibles a
los "mercaderes del templo".
Con las fórmulas exactas de esa arcaica sabiduría médica,
se pueden curar todas las enfermedades, aún las llamadas incurables. La LEPRA,
la SÍFILIS y el CÁNCER resultan ser insignificantes, como juegos de niños, ante
el terrible poder del médico gnóstico que maneja la vida.
"Gnosis" es el nombre de esa antigua sabiduría
médica, que desde la aurora de la creación jamás ha cambiado sus fórmulas,
porque son exactas como una tabla pitagórica. En ellas comulga la ciencia, la
mística y el arte "regios", dentro de un connubio divino.
Esas fórmulas tienen su fundamento en la
"ELEMENTOTERAPIA", que es el "arte regio" de la Naturaleza,
porque nos enseña a manipular las criaturas elementales de los vegetales
antiguamente conocidos con los nombres de silvanos, dríadas, hamadríadas y
faunos.
Estos elementales de las plantas, que el médico gnóstico
maneja, son los "dussi" de San Agustín, las "hadas" de la
Edad Media, los "Dore Oigh" de los galos; los "grove" y
"maidens" de los irlandeses, y los "anime" de los sabios
médicos gnósticos, de nuestros fraters "indios" de la Sierra Nevada
de Santa Marta (Colombia).
El insigne Maestro Paracelso da el nombre de
"Silvestres" a los elementales de los bosques y de "ninfas"
a los de las plantas acuáticas. En los libros sagrados de todas las religiones
antiguas, se halla ampliamente expuesto el santo simbolismo vegetal.
Bástanos recordar EL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL
MAL del Jardín del Edén, símbolo terrible de la fuerza sexual, en la cual se
halla la redención o condenación del hombre.
El árbol del Sephiroth de la Cábala: el Aswattha o
higuera sagrada, símbolo de la sabiduría divina; el Haona de los Mazdeistas en
el cual Zoroastro representó el Sistema Nervioso y el Sistema Líquido del
hombre; el Zampoun del Tibet; el Iggradsil; el roble de Pherécydes y de los
antiquísimos Celtas.
Todas las antiguas religiones nos representan a sus fundadores
adquiriendo la sabiduría debajo de UN ÁRBOL: así vemos al gran Gautama el Buda
Amithaba, recibiendo la iluminación debajo del árbol Bodhi, quien vive todavía
en la antiquísima India.
CRISTO es una excepción de esta regla, pues Cristo es la
Sabiduría misma, es el LOGOS SOLAR, cuyo cuerpo físico es el Sol. Cristo camina
con su Sol, en la misma forma en que las almas humanas caminan con su cuerpo de
carne y hueso. Cristo es la luz del Sol. La luz del Sol es la luz de Cristo.
La luz del Sol es una sustancia Cristónica que hace
crecer la planta y brotar la semilla. Dentro de la prieta dureza del grano
queda encerrada esa sustancia del Logos Solar, que le permite a la planta
reproducirse incesantemente con la vida gloriosa, pujante y activa.
El folclor; la historia de la magia, sólo son posibles
manipulando los elementales de las plantas.
Las milagrosas curaciones a distancia de que hablan los
libros sagrados, las hace el médico gnóstico por medio de los elementales de
las plantas.
ESTA CIENCIA QUE YO BAUTIZO CON EL NOMBRE DE
ELEMENTOTERAPIA, EL "ARTE REGIO" DE LA SABIDURÍA MEDICA, ES TAN
ANTIGUA COMO EL MUNDO. NO SE PUEDE SER MÉDICO SIN SER MAGO, NI SER MAGO SIN SER
MÉDICO.
El yerbatero y el médico alópata, se identifican en
cuanto ambos estudian únicamente el cuerpo físico de los seres vivientes. El
médico gnóstico estudia al hombre y a la planta, en su triple aspecto de
cuerpo, alma y espíritu.
El médico gnóstico trata a las plantas como a hombres. La
terapéutica Gnóstica es mística, simbólica, alquimista.
Hay dos clases de ángeles: ángeles inocentes y ángeles
virtuosos. Los ángeles inocentes son los elementales de las plantas, y los
ángeles virtuosos son los hombres perfectos.
En la gloriosa India de los "Rissi" no hay
pueblo que carezca de su árbol mágico, a cuyo "Genio Elemental" rinde
culto el pueblo. Las tradiciones Helénicas sostienen que cada selva tiene su
"genio" y cada árbol su "ninfa".
No es raro ver sobre las Nilgiris, árboles sagrados,
graficados en sus troncos con figuras secretas en bermellón y azul, y al pie de
ellos algunas piedras pintadas de rojo.
Estos sagrados árboles son lugares de sacrificio y
oración, y en ellos se encuentran restos de animales y haces de cabellos
ofrecidos por los enfermos y posesos en acción de gracias al genio elemental
que los curó. Los genios elementales de estos árboles son llamados por los
indígenas: "mounispouranms".
Comúnmente, estos árboles pertenecen a la familia de los
Ilex, algunas veces son de las llamadas "Cinname" salvajes, y también
entran en esto los conocidos con la denominación de "Eugenia". En el
original de E. Boscowitz, figuran interesantes testimonios de algunos sabios
que aseguran lo que hace millones de años saben las tribus indígenas de
América, esto es, que las plantas tienen alma, vida y sensibilidad, parecida a
la de los seres humanos.
Erasmo Darwin dice en su «Jardín Botánico» que la planta
tiene alma. Habremos de recordar que hombres tan eminentes como Demócrito,
Anaxágoras y Empédocles, sostuvieron la misma tesis antes de que aparecieran en
el mundo esas falsas luces de la civilización moderna.
En épocas más recientes, hay otros que sostienen que los
movimientos de las raíces son voluntarios.
Vrolik, Hedwig, Bonnet, Ludwig, F. Ed. Smith, afirman que
la planta es susceptible de sensaciones diversas y que conoce la felicidad.
Finalmente el sabio Teodoro Fechner escribió un libro titulado: «Nanna Oder
Uber Das Lenleben der Pflansen», en el cual prueba suficientemente que la
planta tiene alma.
Lo que a nosotros los gnósticos nos mueve a compasión, es
que sólo ahora se les ocurre afirmar a los "científicos", como tesis
novísima, esto del alma de las plantas, cuando el Gnosticismo lo sabe desde el
nacimiento del mundo, y lo sabe también cualquier humilde indiecito de la
Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia).
La Sanguinaria se alegra y mueve sus ramas cuando se le
acerca el sabio que sabe amarla. La Dormidera recoge sus hojas y se adormece
muchas veces, antes de que el médico gnóstico la haya tocado.
El elemental de la planta se alegra cuando le amamos, y
se llena de dolor cuando le herimos. El organismo físico de los elementales de
la naturaleza es análogo al humano. La respiración de las plantas se realiza
por medio de las tráqueas de Malphigi, compuestas de una cinta celular
arrollada en espiral, dotada de contracción y expansión.
Según los experimentos científicos de Calandrini, Duhamel
y Papin, el aire es el único fundamento de la vida vegetal. Sostiene Bertholon
que el aire ejerce sobre la savia del vegetal una acción análoga a la que
ejerce sobre nuestra sangre.
Experimentos de Ingenhus, Mohl, Garren, Hales, Teodoro de
Saussere, prueban científicamente que el lado inferior de las hojas está lleno
de pequeñas bocas estomáticas, órganos de dicha respiración.
Las plantas inhalan anhídrido carbónico y exhalan
oxígeno. Sus raíces les sirven de estómago, y con su semen emulsionan los
elementales de la tierra transformándolos en ARCANOS inefables de la sustancia
de Dios.
Esos "arcanos" son los instrumentos que
utilizan los elementales de las plantas para sanar al enfermo, pero esto sólo
ocurre cuando el médico gnóstico ha llenado los tres requisitos indispensables,
a saber: Amor a Dios y al prójimo, ritual perfecto y diagnóstico exacto.
La Elementoterapia, enseña al médico gnóstico a manipular
los elementos vegetales. La Elementoterapia, es la sabiduría que le permite al
médico gnóstico manejar la VIDA.
Hasta ahora los botánicos no han hecho más que manipular
las formas, pero no la vida misma, porque la vida solo la sabe manejar el
médico Gnóstico que ha estudiado la Elementoterapia.
Los alópatas, sólo conocen superficialmente la
biomecánica de los fenómenos orgánicos; pero nada saben del fondo vital. Los
alópatas, como los botánicos, son diestros en manejar formas cadavéricas. Desde
el punto de vista fisiológico o patológico, podríamos decir con propiedad que
los alópatas son vivisectores de animales y de hombres.
Los homeópatas, los bioquímicos y sus parentelas son tan
sólo los hijos pródigos de la botánica y de la alopatía.
Ha llegado la hora de las grandes decisiones y no hay tiempo
que perder. ¡Corresponde a los hombres divinizados arrojar con el látigo de la
voluntad a los mercaderes del templo!
¡Ha llegado la hora en que debemos libertarnos de toda
coyunda social (escuelas y sectas, religiones y dogmatismos), para regresar con
alegría al templo de la naturaleza!
Debemos revolucionarnos contra toda clase de teosofismos,
rosacrucismos ampulosos y espiritismos fanáticos. Debemos quemar el becerro de
oro (el dinero), abandonar las ciudades y regresar al seno de la Naturaleza.
Cuando el hombre regrese al seno de su "madre"
(la Naturaleza), ella le dará pan, abrigo y sabiduría. Ella le dará lo que
ningún líder de politiquería puede darle: sabiduría, pan y abrigo. Ahora nos
toca volver a la sublime mística cósmica de la bendita madre del mundo.
Llegó la hora en que debemos oficiar en el templo de la
Diosa Madre del Mundo, y así lo haremos con la misma sabiduría que el hombre
conoció en la antigua "Arcadia", antes de que se encerrara en la vida
urbana.
Nosotros llamaremos a esa arcaica sabiduría médica
ELEMENTOTERAPIA. Esa es la sabiduría de los médicos gnósticos.
Del libro “Tratado de Medicina Oculta y Magia Práctica”.
Por: Samael Aun Weor
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